
Cada golpe es una injusticia. Cada vida rota, un grito desoído. La lapidación es una barbarie que debe terminar. Con la FIDH, alzamos nuestras voces para detener esta crueldad y convertir la violencia en justicia. Porque ninguna mujer debe vivir con miedo. Y ninguna sociedad puede evolucionar si sigue arrojando piedras contra su propio futuro.